viernes, 18 de diciembre de 2009

Es Fácil




Es fácil empezar un camino, pero puede ser difícil llegar hasta el final de él. Las piedras, los espinos, lo estrecho, lo seco, lo largo, todo ello puede tentarnos a volver atrás. Y a empezar otra vez, la misma rutina de la vida: no acabar nunca lo que comenzamos, dejar en el inicio la jornada; rendirnos sin haber luchado; tomar el camino de los cobardes por que es más fácil que el sendero de los hombres valientes; es más fácil buscar atajos que cumplir el tramo señalado. Es fácil cambiar y de repente, no ser los mismos de siempre; poner a un lado nuestros principios: las columnas donde construimos nuestras vidas. Es fácil tirarlo todo por la borda y quedarnos desnudos y con una mancha en el centro del alma, y sentir que la paz que abrazamos un día, se escapó en las alas de la noche maligna.

Es más fácil juzgar y criticar que hacer y actuar: no se requiere inteligencia para ello, no se necesita sabiduría del cielo; no es menester ser fuerte tampoco. Para juzgar y criticar no hay que hacer ningún sacrificio. Tampoco se necesita amar, ni perdonar, ni ser amable con la gente, ni medir consecuencias. No se exige ser tierno, ni dialogar o preguntar, no se esperan respuestas. Y es que es fácil, muy fácil juzgar y condenar, solo se necesita ser un duro: acostumbrarse a golpear a los demás, ofender a los otros, herir a los que se piensa, que merecen ser heridos, solo se necesita hablar y hablar y hablar y en cada palabra golpear...

Es fácil no herirse: cuando las palabras son como espada. Cuando somos tan frágiles y no somos tan fuertes. Y fácilmente lloramos y nos sentimos de repente que la gente que amamos, no nos ama tanto, como para no herirnos y tocarnos el alma, ese lugar escondido y recóndito que sufre de extrema sensibilidad. Es fácil cerrar los ojos, para no ver aquello que no nos conviene. Por que siempre, siempre, siempre buscamos nuestra conveniencia. Es más difícil buscar el bien de los demás que el nuestro propio, porque todas las mañanas nacemos egoístas y todas las noches nos morimos egoístas, y todo el día resucitamos egoístas.

Qué fácil es cambiar la fe, por las dudas espumosas de nuestro mar engañoso. Y quedarnos asi: a la deriva, al azote furioso de los vientos y de las tempestades. Pero qué difícil es andar sobre las olas, alcanzar la roca, asidero de nuestro existir. Qué fácil es abrir la boca y luego tragarnos nuestras propias palabras, para que aprendamos asi, que tenemos que escoger el difícil camino de la cruz dolorosa.

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