miércoles, 18 de agosto de 2010

La Gran Decisión

J. Omar Tejeiro

Leemos la palabra de Dios en marcos 15: 15 y en mateo 27: 24: “y Pilatos, Queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a barrabas, y entrego a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado. viendo Pilatos que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomo agua y se lavo las manos delante del pueblo, diciendo: inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros”.

Poncio Pilatos firmó la orden de ejecución de Cristo; su rostro hipócrita se asoma en cada uno de los cuatro evangelios, por violación al derecho romano, por callar cobardemente la voz de su conciencia, por su decisión pusilánime de crucificar al hijo de Dios. Pilatos ha sido condenado ante el tribunal de la historia, y lleva el estigma de ser un débil y miedoso. La deshonra y el desprecio están ligados a su nombre para siempre, por lo que él hizo con Jesús. ¿Qué hizo? le negó la oportunidad de un juicio justo, y esto es algo que millones siguen haciendo con Cristo: se forman una opinión acerca de él, sin escuchar toda la evidencia que hay sobre Su Persona.

Pilatos clamó: ¿qué, pues, haré de Jesús llamado el Cristo?, Pilatos conocía bastantes datos acerca de Cristo: sus movimientos, su mensaje y sus milagros eran de dominio público, y
Pilatos como gobernador no los ignoraba, además sabía claramente que por envidia le habían entregado. Pilatos jamás se interesó por Cristo o buscó a Cristo, pero un día las circunstancias lo obligaron a encontrarse personalmente, frente a frente con Jesús y a decidir qué haría con él y hoy, amado lector, el hecho de que usted esté leyendo este mensaje también su vida, hoy, está cara a cara, con Jesús.

¿Qué hará usted con Jesucristo en este instante?  Pilatos nunca pudo ser el mismo después de su confrontación con Cristo llegó a la encrucijada de dos caminos, a la línea divisoria de su vida, a una crisis dramática. Tuvo que decidir; Pilatos y Cristo estaban cara a cara, frente a frente, y la escritura dice que Pilatos ¨tuvo más miedo¨ Juan 19: 8 lo que decían de Cristo lo atemorizaba, el carácter de Jesús le infundió miedo, temblaba por la crisis que el Maestro de Nazaret había desatado en su vida, temía a que Cristo invadiera su vida personal. La historia nos dice que Pilatos era un hombre rudo, sanguinario y cruel; como emperador todo lo obtenía por la fuerza, sin el más mínimo asomo de sentimientos. Cuando colocamos a Pilatos al lado de la santidad, gentileza, cortesía y majestad del hijo de Dios, Pilatos no aguanta la comparación, y nosotros tampoco, ¿Quién puede compararse con Cristo? ¿Te atreverías tú? Dios guarde
tu vida de tal tragedia.

Cuando Pilatos contempló a Cristo vio a un hombre que aparentaba más  edad de la que en realidad tenía, su rostro había sido desfigurado por causa de las torturas físicas que le habían infringido. había sido interrogado, golpeado brutalmente, su barba arrancada por tirones y suciamente escupido por la policía del templo. Al verlo, Pilatos consideró a Cristo débil y totalmente en sus manos, ¨ no sabes que tengo autoridad para crucificarte ¨ dijo Pilatos, con el intento de intimidar a Cristo, pero éste estaba equivocado; Jesús le respondió: ¨ Ninguna autoridad tendrías contra mí sino te fuese dada de arriba ¨. Pilatos se equivocó por las apariencias, la autoridad estaba en manos de Cristo. ¿No es este el error que tal vez usted amado lector, está cometiendo también?  Si usted se está fijando en las apariencias, tenga
cuidado. La religión tradicional nos presenta a un Cristo débil, pálido, anémico, inmóvil e irreal, que no encaja con las Escrituras; Jesús tiene la última palabra en la historia de su vida.


Pilatos no prolongó mucho su intento de intimidar a Cristo, pronto se dio cuenta que tenía solo dos alternativas: Crucificaba a Cristo o lo coronaba como su rey y señor. Esta es la decisión a la que se enfrenta todo ser humano; tarde o temprano  usted también, y ojalá fuese hoy, tiene que decidir. ¿qué decide usted hoy, amado lector?

Sin quererlo Pilatos, Jesucristo había entrado a su vida privada. su esposa Claudia Prócula, quien era del linaje de los césares, por ser hija de Tiberio y nieta de César Augusto, había tenido un sueño con Jesucristo en donde vio cómo su esposo Pilatos decidía equivocadamente respecto al Señor; “no tengas nada que ver con ese justo”, le envió angustiada en un breve mensaje estas palabras unos momentos antes de la fatídica decisión, a la que finalmente
llegó Pilatos.  Cuando Pilatos recibió dicho mensaje de su esposa se estremeció, sintió temor de Jesús. Se dio cuenta que era imposible estar indiferente respecto a Cristo; pronto descubrió que Jesucristo afectaría sus actividades profesionales y su posición ante la sociedad. Pilatos llegó a la cumbre del gran dilema que enfrenta todo hombre cuando está frente a frente con Cristo.

“Si a éste (Jesús) sueltas no eres amigo de César”, le gritaban amenazadoramente la multitud para presionarlo. ¿Qué hacer? si elegía a Cristo tendría que enfrentarse con la ira y la crueldad del tirano que tenía su trono en Roma. Pilatos no quería darle la espalda a Cristo, pero tampoco se atrevía a ponerse de su lado. Amado lector, ¿usted también tiene miedo de que Cristo invada su vida familiar, pública y privada? No cabe duda de que así lo hará. El momento en que usted decida por Cristo, todo cambiará en su vida, cambiará inevitablemente. Si usted lo rechaza nunca volverá a tener paz en su alma. Pilatos aplazó la decisión todo el tiempo que le fue posible, pero tuvo que llegar a la hora cero irremisiblemente. Tal vez usted también quiera aplazar su decisión, pero eso le será imposible. Cada ser humano tiene que hacer una elección acerca de Cristo que es determinante e irrevocable. ¿Qué decide usted? 

Pilatos trató de evadir su compromiso enviando a Jesús con Herodes. Descubrió que Jesús era de Galilea y con un suspiro de alivio dijo: “después de todo éste no es mi problema, que lo solucione Herodes”, pero no le dio resultado. En otro intento de esquivar su compromiso dijo a los judíos: “tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley”, por ser asunto religioso pensaba que no tenía necesidad de inmiscuirse en dicha disputa. Sin embargo Pilatos bien pronto se dio cuenta que el caso de Jesús de Nazaret era más que un asunto religioso; fue el caso más importante de todos los que jamás juzgó Pilatos, pues en Cristo se cristalizan todos los problemas morales, religiosos, sociales, políticos, legales y personales que tiene que encarar un hombre, cualquier hombre, todo hombre.

Nuestra conducta, nuestras creencias y nuestra vida misma está en juego cuando tenemos un encuentro con Cristo. Pilatos trató de examinar su compromiso, trató de usar argumentos con Cristo. Lo interrogó y volvió a interrogar, pero no recibió respuesta. El silencio de Cristo golpeaba su conciencia, cual un látigo con puntas de plomo. No había nada que discutir, Pilatos tenía perfecto conocimiento respecto de los hechos. Toda su capacidad política y profesional estaba hecha “añicos” frente a Jesús. Ya no era tiempo de examinar sino de escoger: estaría a favor o en contra de Cristo. Esa es la elección, y Pilatos se vio obligado a hacerla.

Usted también amado amigo debe elegir, no hay escape para ningún hombre.  Pilatos hizo un último intento de escapar de su compromiso: pidió que trajeran a Barrabás, el famoso criminal de aquellos días, y preguntó al pueblo: ¿A quién queréis que os suelte, a Jesús o a Barrabás? Pensó que la multitud vería las ventajas de elegir a Cristo y lo sacarían del aprieto, pero la multitud escogió a Barrabás, esto es algo que las multitudes siempre harán. Arrinconado Pilatos ante las fuertes exigencias de la multitud, se dio cuenta que definitivamente él no podía evadir su compromiso. “Lo castigaré pues, y lo soltaré”, caviló que los azotes dejarían satisfecha a la multitud y que al soltarlo dejaría satisfecho a Cristo; pero esto tampoco le dio resultado, porque el pueblo permitió que Jesús fuese azotado, y luego insistió vehementemente que fuera crucificado. El mundo, la gente que lo rodea a usted nunca hará fácil la tarea de elegir a Cristo; sólo quedará satisfecho con un rechazo absoluto de Cristo y Cristo sólo quedará satisfecho si es coronado rey y señor de nuestras vidas.

Finalmente Pilatos trató de eximirse del compromiso, pidió una bandeja con agua y lavó sus manos diciendo: “inocente soy yo de la sangre de este justo, allá vosotros”. Después de este rito entregó a Jesús, el eterno hijo de Dios para que fuera crucificado, pero ¿Qué rito puede lavar la sangre de las manos de uno que ha rechazado la vida?  ¿Qué ceremonia sustituye el menosprecio del Hijo de Dios? Dramáticamente Pilatos tuvo que llegar a una decisión, no la pudo aplazar más, tuvo que elegir. Le dio las espaldas a Cristo, se alejo de él, lo entregó a la muerte, manchó sus manos con la sangre eterna de Cristo, este fue su peor crimen.

Fue amados míos, una elección terrible. Siete años después Pilatos fue destituido de su cargo por el mismo César, a quien quiso agradar; perdió sus títulos, sus derechos y fue exiliado en ignominia y soledad. Después de rechazar a Cristo, Pilatos verdaderamente no tuvo más amigos y fue despojado de todo honor, que vergüenza más grande amontona la historia sobre el nombre de Pilatos. Hoy la decisión no le corresponde a Pilatos, le pertenece a usted mi estimado lector. Mire sus manos a la luz del evangelio y verá que en ellas también hay sangre,
usted también es culpable de aquel crimen tan villano. Ningún rito, ninguna ceremonia podrá lavar sus pecados. Ningún hombre podrá silenciar la voz interior de su conciencia. Las multitudes a quien usted desea agradar no estarán mañana con usted ante su derrota y su desastre. Usted debe decidir, decídase ahora mismo por Jesucristo, si lo rechazas nunca más tendrás paz.

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