miércoles, 18 de agosto de 2010

¿ Llegar a Cristo Por Medio de La Iglesia?





Los primeros cristianos tenían mucho que hablar y anunciar acerca de Jesús. El Señor Jesús había cambiado sus vidas por completo, y ellos pudieron decir con toda convicción: "Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí" (Gálatas 2:20). "Mi vida antigua ha muerto con Cristo, y él me ha dado una vida nueva" (vea Romanos 6:4-6). Pudieron testificar con su propia vida los milagros que Jesús había obrado en ellos. Estaban tan llenos de El, que dijeron en una oportunidad: "No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído." (Hechos 4:20). Aun cuando fueron perseguidos y tuvieron que huir de Jerusalén, seguían hablando de las grandes cosas que el Señor había hecho por ellos: "Pero los que fueron esparcidos, iban por todas partes anunciando el evangelio." (Hechos 8:4). ¡Esto fue "testimonio"! A consecuencia de este testimonio de los primeros cristianos, grandes números de personas se convirtieron a Jesucristo. Esto sucedía normalmente en las calles, en las plazas, o también en viviendas privadas - en cualquier lugar donde había la oportunidad de un encuentro entre un cristiano y una persona que no conocía a Cristo.
¿Y cuál es el "testimonio" que pueden presentar los evangélicos de nuestros tiempos? Varias veces he preguntado a evangélicos: "¿Tú evangelizas a tus familiares, amigos, vecinos?" - Ahora, muchos dicen que no. Pero si dicen que sí, hago la siguiente pregunta: "¿Cómo los evangelizas? ¿Qué les dices?" - Casi siempre recibo la misma respuesta: "Los invito a la iglesia." - Claro, esto no es ningún "testimonio". Es solamente una invitación a un "evento". La mayoría de estos evangélicos no tuvieron respuesta a la pregunta: "¿Qué ha hecho Dios en tu vida durante la última semana (o el último mes)?" O sea, los evangélicos modernos han trasladado todo el asunto de la evangelización, conversión y salvación a la "iglesia". En esencia, su "testimonio" es este: "Ven a la iglesia, y entonces conocerás al Señor Jesús."

¡Este es un concepto católico romano acerca de la iglesia!

Efectivamente, el concepto de "iglesia" en el catolicismo es bastante diferente del Nuevo Testamento. Sin embargo, la mayoría de los evangélicos que conozco, ¡tienen el concepto católico! En el catolicismo, la iglesia es algo como una "institución para la administración de la salvación". Si alguien quiere acercarse a Dios, tiene que acercarse a la iglesia, y la iglesia (o sea, sus funcionarios) le ayuda a acercarse a Dios. Si alguien quiere ser salvo, tiene que acercarse a la iglesia, y la iglesia le administra los sacramentos necesarios para que sea salvo. "Por medio de la iglesia", se llega a conocer a Cristo. - La iglesia católica toma tan en serio este asunto, que dice: "Fuera de la iglesia no hay salvación". En otras palabras, en el catolicismo, la iglesia existe como una institución aparte del creyente, e independientemente del creyente. Incluso podríamos decir que el creyente es "propiedad" de esta institución. Esta institución se pone entre el creyente y Dios. Según el concepto católico romano, la institución de "la iglesia" es indispensable e inevitable para acercarse a Dios.

En el Nuevo Testamento, las cosas son muy diferentes.
"Y el Señor añadía cada día a la iglesia a los que fueron salvos." (Hechos 2:47)
"De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos..." (Hechos 5:13)

Nadie tenía que "ir a la iglesia" para conocer a Cristo. (¡Los incrédulos ni siquiera se atrevían a juntarse con "la iglesia"!) Al contrario. Tuvieron un encuentro con Dios quien los salvó, y entonces Dios los añadió a la iglesia. No hubo "campañas evangelísticas". Los creyentes simplemente testificaban - o sea, "hablaban de lo que habían visto y oído" (Hechos 4:20) -, dondequiera que se encontraban. Y entonces Dios obraba en los oyentes (o sea, en algunos de ellos), para convicción del pecado, arrepentimiento y fe. Y por supuesto, la iglesia del Nuevo Testamento no era ninguna "institución", ni un "lugar" adonde alguien tendría que "ir". La iglesia era simplemente la asamblea de todos los convertidos. Entonces, si alguien pertenecía a Jesús, él ya era "iglesia". Nadie era "propiedad de la institución". Simplemente formaban todos juntos el pueblo de Dios.
Jesús dice en Juan 10:7-11: "Yo soy la puerta de las ovejas. ... El que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. ... Yo soy el buen pastor." - La "puerta de entrada" es Jesús mismo. Entrando por El, encontramos la salvación, y encontramos también a las otras ovejas de Jesús. La iglesia católica ha volteado de cabeza este principio y ha dicho: "Tienes que entrar por la iglesia (o sea 'nuestra institución'), y entonces encontrarás a Jesús." Pero Jesús dice: "Entra por mí, y entonces encontrarás la iglesia (o sea, la comunión de aquellos que pertenecen a Jesús)."
Ahora preguntémonos: ¿cuál de estos conceptos tienen las iglesias evangélicas actuales? ¿El concepto católico-romano o el concepto del Nuevo Testamento? Sospecho que la gran mayoría de las iglesias evangélicas tienen en el fondo el concepto católico: "Ven a la iglesia, y entonces encontrarás a Jesús." Este es no solamente un pequeño detalle. Es una equivocación horrorosa. Los líderes que difunden esta idea, se están colocando a sí mismos como "puerta de las ovejas". Esto es más que malinterpretación: es blasfemia, porque el líder que dice esto, se pone a sí mismo en el lugar de Jesucristo.
Jesús dijo: "YO SOY la puerta", y "el que sube por otra parte, es ladrón y salteador." - Un líder que dice "Yo soy la puerta", obviamente no reconoce a Jesús como la Puerta. Un tal líder no reconoce la Puerta verdadera, y entra por otro lugar. ¡Jesús llama a tales líderes "ladrones y salteadores"!
La diferencia no podría ser más grande. En el sistema "evangelicatólico", el creyente se vuelve "miembro de una institución", sometíendose bajo su líder ("sacerdote", "pastor", "apóstol", o lo que sea su título). En el Nuevo Testamento, los creyentes recibían una nueva vida de Jesucristo y compartían esta vida juntos. - En el sistema "evangelicatólico", uno "va a la iglesia" y "asiste a reuniones". En el Nuevo Testamento, los creyentes eran iglesia, en todo lugar donde se encontraban y en todo momento. Tengo que mencionar aquí también la variante evangélica del "fuera de la iglesia no hay salvación". Muchas denominaciones evangélicas, cuando bautizan a alguien, empiezan a reclamar un "derecho de propiedad" sobre esta persona: "Tú has sido bautizado en nuestra iglesia; no puedes irte a otra iglesia." "Tienes que ser fiel a la iglesia donde naciste espiritualmente." Algunos hermanos que conozco, tuvieron que sufrir las amenazas y represalias más terribles, solamente porque decidieron pasarse de una denominación evangélica a otra.
Los líderes que son responsables de tales barbaridades, deberían arrepentirse y volver al ejemplo del apóstol Pablo. El dijo a los corintios:
"Porque fui informado acerca de ustedes, mis hermanos, por los de Cloé, que hay rivalidades entre ustedes. O sea, que cada uno de ustedes dice: 'Yo soy de Pablo; yo de Apolos; yo de Cefas; yo de Cristo.' - ¿Está Cristo dividido? ¿Acaso fue Pablo crucificado por ustedes, o fueron bautizados en el nombre de Pablo? Doy gracias a Dios que no bauticé a ninguno de ustedes excepto a Crispo y a Gayo, para que nadie diga que bauticé en mi nombre." (1 Cor.1:11-15) Pablo fue muy claro en esto: Jesucristo es la cabeza de la iglesia, y yo soy solamente su siervo. No reclamo ningún derecho de propiedad sobre ningún creyente, porque todos somos propiedad de Jesucristo. - Pero los líderes de las iglesias actuales, tanto católicas como evangélicas, menosprecian la verdadera Cabeza de la iglesia, y "arrastran tras sí a los discípulos" (Hechos 20:30).

Aun peor es la actitud de idolatrar a la iglesia (como institución), como si no podría ser acusada de ningún error. La iglesia católica ha hecho toda una doctrina de esta posición. Un autor católico lo formuló más o menos así - cito de la memoria -: "La iglesia como suma de la totalidad de sus miembros no puede estar equivocada." - O como me escribió una vez un apologista católico - también estoy citando de la memoria: "La iglesia es santa, porque Cristo la fundó y la declaró santa. Por tanto tenemos que aceptar por fe que la iglesia es santa, aun cuando vemos en ella hechos y acciones que no nos parecen santos." - Con una tal doctrina, se pueden excusar aun las atrocidades más terribles que se han cometido en el nombre de la iglesia cristiana: las sangrientas persecuciones desatadas por la inquisición; las guerras religiosas; las inmoralidades cometidas por sacerdotes; todo puede excusarse con esta doctrina: "Pero la iglesia es santa e infalible; entonces tenemos que seguir creyendo que todos estos hechos no le quitan nada de su santidad."

Cosas muy parecidas he escuchado de parte de líderes evangélicos: "Tenemos que ser fieles a nuestra denominación y aceptarla tal como es; por fin, Cristo nos ha perdonado todo." (Aun si la mayoría de los miembros no muestran ninguna señal de haber nacido de nuevo.) - "Hay que someterse a los líderes y no causar división." (Aun si la denominación se originó con una división de otra denominación.) - "No se puede criticar al pastor, porque es el ungido de Dios." (Aun si es un estafador, vive en adulterio, o enseña herejías.) - Me llama mucho la atención, que los evangélicos estén ahora usando los mismos argumentos como los católicos, para excusar sus faltas y su apostasía.

Vamos a ver adónde nos lleva esta argumentación. Si fuera malo criticar su propia denominación (y aun peor salirse de ella), ¿qué diríamos entonces de la Reforma? ¿No debería entonces Lutero también haber aceptado la iglesia católica tal como era? ¿No debería él haberse sometido al papa, en vez de causar división? - Efectivamente, aquellos líderes evangélicos que proclaman la "fidelidad a la denominación, a pesar de sus errores", deberían ser más consecuentes. Deberían hacer como dicen, revocar la Reforma y regresar a Roma. En cambio, el Nuevo Testamento no da lugar para esta actitud. En Apocalipsis, capítulos 2 y 3, el Señor mismo se dirige a siete iglesias. A cinco de estas iglesias, el Señor las reprende (a algunas de ellas de manera muy dura), y las llama al arrepentimiento. A algunas de estas iglesias, el Señor incluso las amenaza con la extinción si no se arrepienten (Apoc.2:5, 2:23, 3:16). Jesús mismo nos da mucha razón para llamar a la iglesia al arrepentimiento, si se desvía del camino. Cristo no "excusa" ni "tolera" el pecado. El PERDONA, esto es, cuando uno se ARREPIENTE de corazón y con toda su vida.

Cada creyente es llamado a "juzgar" y "examinar" lo que se dice en la iglesia (1 Cor.14:29, 1 Tes.5:21). Esto es un deber y un derecho de cada cristiano, independientemente de si tiene alguna "posición jerárquica" o no. - ¿Y según cuál criterio debemos "juzgar"? "Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras..." (Apoc.2:5) "Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo..." (Apoc.3:3)
El criterio es "lo que recibimos en el principio": la enseñanza original de Jesús y sus apóstoles; y la iglesia original como Jesús la fundó y ordenó. Un cristiano bíblico cree que el Nuevo Testamento describe el "original", la iglesia como debía ser según la voluntad de Dios. Después de aquella primera generación de cristianos, muchos líderes produjeron "copias borrosas" o alteradas de esta iglesia original. Pero las iglesias de todos los tiempos tienen que ser evaluadas según el original, si son fieles al original o no.

La iglesia católica, en cambio, cree en una "evolución" de la iglesia; o sea, que el estilo de vida y la doctrina de la iglesia pueden cambiar a lo largo del tiempo, según deciden sus líderes; y que se pueden añadir "tradiciones" que no están en la Biblia; y que todas estas alteraciones y añadiduras tienen la misma autoridad como la palabra original de Jesús. (En realidad, esto es defender la apostasía.) Pero parece que muchas iglesias evangélicas en la actualidad manejan este mismo concepto católico: Dan más importancia a la "tradición" de su propia denominación que a la palabra de Dios. No permiten que sus prácticas y enseñanzas sean evaluadas según la Biblia. Incluso censuran y expulsan sin misericordia a cualquiera que los cuestiona con base bíblica. Si alguien viene hoy en día y dirige a una iglesia evangélica las mismas palabras que Martín Lutero dirigió a la iglesia católica, los líderes evangélicos lo tratan de la misma manera como los líderes católicos trataron a Lutero. Las iglesias evangélicas idolatran sus instituciones casi de la misma manera como la iglesia católica idolatra la suya.

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