Por J Omar Tejeiro
Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba. Ezequiel 37:7
Fue un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados, en el día de pentecostés, lo que transformó y trastornó la ciudad de Jerusalén. La Biblia dice que sucedió de repente un estruendo y Dios descendió sobre aquellos ciento veinte discípulos, que obedientes esperaron el cumplimiento de la promesa.
Este fue el soplo de vida sobre los primeros discípulos y fue el comienzo de lo que hoy llamamos pentecostalismo. Un término chocante a las mentes inteligentes y cultas, ofensivo a los enemigos de Cristo y de la iglesia, pero esperanzador para los humildes creyentes. De aquel culto de pentecostés, surgieron para invadir el mundo los primeros cristianos, llenos de fuego y de vida, los cuales no se detuvieron ante nada, ni ante nadie, y finalmente transformaron el mundo entero con el evangelio de Cristo.
El Espíritu Santo, siempre produce estruendos y ruido cuando sopla, ya en Ezequiel 37 se mencionaba del ruido de la resurrección, en el valle de los huesos secos, donde Dios levantó un ejército, con el soplo de la vida a través y por medio del Espíritu Santo. ¿Pero no fue acaso Adán un muñeco de barro inútil, tomado del polvo de la tierra, antes que Dios soplara en sus narices para darle su aliento de vida? Claro que sí.
La tragedia de la iglesia hoy, es creer que ella no necesita del soplo de la vida de Dios, por eso ha quedado convertida en un cadáver que el mundo anhela sepultar para siempre. Necesitamos otra vez a los Ezequieles de Dios y a los Pablos que profeticen el soplo de la vida, sobre la misma muerte, antes que los sepultureros lleguen a enterrar la iglesia. Por favor clamemos por otro viento recio, por otro ruidoso pentecostés que todavía hay más, mucho más. !! Dios, manda te pedimos, sobre nosotros tu soplo de la vida ¡¡
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