Por J. Omar Tejeiro R.
Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sión: "¡Tu Dios reina!"! "¡Voz de tus atalayas!" Alzarán la voz; a una voz gritarán de júbilo, porque con sus propios ojos verán que Jehová vuelve a traer a Sión. Isaías 52:7-8
Un atalaya es un vigilante y protector que cuida por lo general de noche, las propiedades o personas, es uno que da aviso ante una amenaza de peligro. En términos militares también se le suele llamar guarda o centinela, los atalayas en tiempos bíblicos eran personas que vigilaban las viñas u otras cosechas que iban madurando, así como los rebaños, y con ese propósito se situaban en cabañas o torres de vigilancia elevadas construidas para tal fin.
Las personas recelosas y que estaban despiertas durante las peligrosas horas nocturnas tal vez preguntasen repetidas veces a dichos atalayas si todo iba bien, y era natural que los mismos atalayas anhelaran que llegara la luz del día. La ciudad que además de tener atalayas contaba con la protección de Jehová podía considerarse feliz. (Sl 127:1.)
Jehová levantó profetas que servían de atalayas figurativos para la nación de Israel (Jer 6:17), y ellos, a su vez, hablaron en ocasiones de atalayas simbólicos. (Isa 21:6, 8; 52:8; 62:6; Os 9:8.) En su papel de atalayas, estos profetas, tenían la responsabilidad de advertir a los inicuos de su inminente destrucción, y en caso de no hacerlo, se les consideraba culpables de su muerte. Naturalmente, si las personas eran insensibles y no prestaban atención a la advertencia, perecían por su propio error, pero el profeta quedaba libre de culpa. (Eze 3:17-21; 33:1-9.) Un profeta infiel era tan inútil como un atalaya ciego o un perro mudo. (Isa 56:10.)
La Iglesia del Señor tiene hoy la misma misión que los atalayas antiguos. Por eso dígame si has visto el peligro y has guardado silencio, no advirtiendo a la gente del mal que les acecha, dígame si ha pasado de largo ante el dolor, cuántas veces, por tus negocios e intereses has dejado morir a los maltratados que se arrastran en busca de un poco de amor y de consuelo. Cómo has podido cerrar tus ojos mientras alguien busca aliento y esperanza. ¿has cerrado el corazón también? Si asi lo has hecho, mira tus manos, que parecen limpias, levántalas ante la luz diáfana y transparente de la presencia de Dios. Eres un atalaya.
No sé si lo notas, pero es posible que haya sangre en tus manos, tal vez tus manos no estén limpias, y haya en ellas sangre de las almas que pasando junto a ti, luego murieron, sin ser advertidas de mal que les sobrevendría sin Dios. ¿has cerrado tus labios cuando has podido advertir a las víctimas del peligro que les amenazaba? ¿ has dejado de ser como un soldado vigilante?
Dios está gritando desde el cielo, que el impío morirá por sus pecados, pero Dios no quiere que muera, Dios quiere que el impío sea salvo y por eso te ha señalado aqui en la tierra, como atalaya. Debes advertir del peligro que se cierne sobre la humanidad en esta oscura noche. Ay de tí y del mundo, si no gritas, si no anuncias. Predica, anuncia, advierte, exhorta, ponte de pie, no dejes que la gente muera sin ser advertida y prevenida, grita cual atalaya.
Mira a tu lado, hay alguien herido. Un hombre ha quedado golpeado en el camino. Una ramera está a punto de ser apedreada, sin dársele una oportunidad; un rico y un ladrón de impuestos quieren quitarse la vida. Millones de niños y jóvenes abusados están en las cárceles infernales esperando que alguien rompa sus cadenas. Y aún en las selvas impenetrables y en los sitios desérticos del mundo hay gente moribunda y olvidada, mientras Dios sigue gritando: ¿Quién irá por nosotros?
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