Este dolor, Señor, que llevo adentro,
como un tirano cruel, me aprisiona;
¿A dónde voy Jesús? Mi alma sola
no encuentra otro refugio, que tu templo
¿Por qué mi amado Dios, tan doloroso,
y tan negro este camino señalado?
¿Por qué Señor, si tú vas a mi lado
mi sendero no transformas en hermoso?
Así oraba yo, al Señor, agonizante
anhelando morirme entre sus brazos,
y entonces vino El a interrogarme:
¿No prometiste, ayer seguir mis pasos?
¿Por qué hoy te resistes, a imitarme?
Y allí me consoló el Señor, con un abrazo
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba aquí sus comentarios, serán borrados las opiniones que usen un lenguaje inapropiado y vulgar.